Tal estima. Tal cuerpo
Nuestra estima
herida actúa como si tuviésemos un par de anteojos que distorsionan lo que nos
rodea, para que solo veamos las situaciones negativas del mundo. Este funcionamiento
origina un caos en la mente y en el cuerpo, agotándonos y limitando la posible resolución
de las dificultades.
Si nuestra mente está llena de frustración
y de dolor, no podemos ver lo que nos beneficia.
Si tu cuerpo y tu mente
trabajan en armonía, las palabras de estima se meten dentro de ti y es como si
el oxígeno volviera todas las células encargadas de hacerte lucir como una
persona llena de vida.
Una estima positiva no es
pasiva, la tienes que construir.
En muchas ocasiones, para
obtener lo que queremos nos sometemos y dejamos que los demás decidan por
nosotras y controlen nuestros sentimientos. El peligro de ser una mujer
protegida por otro es creer que el otro sabe mejor que tú lo que necesitas. Pero
la única que conoce lo que hay en tu mente, en tu cuerpo y en tu espíritu, la única
que conoce la verdad que hay dentro de ti, eres tú misma.
Necesitas creer que vales. Crecer
y reconocerte es tener el control de tu propia vida. La mayor protección no
viene del afuera sino que nace del coraje y del valor que tienes que hacerte
cargo de tus emociones y de tu cuerpo. Una estima y un cuerpo exitosos se
construyen todos los días. El malestar que sentimos por
nuestro aspecto incrementa nuestra desconfianza y nos quita fuerzas para
enfrentar lo que nos rodea. Nuestra estima no se daña solo por la presión exterior
a la que estamos expuestas, sino también por el continuo menosprecio en el que
vivimos.
Necesitas saber que cuando una persona
quiera relacionarse contigo, no estará mirando la talla que usas. Lo que atraerá
o alejara al otro será la impresión que tú misma generes. Darnos cuenta de lo
que valemos es una tarea difícil pero no imposible. No es el cuerpo, sino la
estima que tenemos de él.
Comentarios
Publicar un comentario