Mi cuerpo, mi carcel. Alejandra Stamateas


Tal estima. Tal cuerpo 

Nuestra estima herida actúa como si tuviésemos un par de anteojos que distorsionan lo que nos rodea, para que solo veamos las situaciones negativas del mundo. Este funcionamiento origina un caos en la mente y en el cuerpo, agotándonos y limitando la posible resolución de las dificultades.
Si nuestra mente está llena de frustración y de dolor, no podemos ver lo que nos beneficia.
Si tu cuerpo y tu mente trabajan en armonía, las palabras de estima se meten dentro de ti y es como si el oxígeno volviera todas las células encargadas de hacerte lucir como una persona llena de vida.

Una estima positiva no es pasiva, la tienes que construir.

En muchas ocasiones, para obtener lo que queremos nos sometemos y dejamos que los demás decidan por nosotras y controlen nuestros sentimientos. El peligro de ser una mujer protegida por otro es creer que el otro sabe mejor que tú lo que necesitas. Pero la única que conoce lo que hay en tu mente, en tu cuerpo y en tu espíritu, la única que conoce la verdad que hay dentro de ti, eres tú misma. 
Necesitas creer que vales. Crecer y reconocerte es tener el control de tu propia vida. La mayor protección no viene del afuera sino que nace del coraje y del valor que tienes que hacerte cargo de tus emociones y de tu cuerpo. Una estima y un cuerpo exitosos se construyen todos los días. El malestar que sentimos por nuestro aspecto incrementa nuestra desconfianza y nos quita fuerzas para enfrentar lo que nos rodea. Nuestra estima no se daña solo por la presión exterior a la que estamos expuestas, sino también por el continuo menosprecio en el que vivimos.

Necesitas saber que cuando una persona quiera relacionarse contigo, no estará mirando la talla que usas. Lo que atraerá o alejara al otro será la impresión que tú misma generes. Darnos cuenta de lo que valemos es una tarea difícil pero no imposible. No es el cuerpo, sino la estima que tenemos de él.


Comentarios