¿De quién es esa vocecita?
Es mía. Es tuya. Puede ser de muchas otras personas: nuestros padres, maestros,
amigos, cónyuge, familiares, personas bien intencionadas al decirnos cómo actuar.
Al principio tuve muchas dificultades para lograr mis objetivos, pues la
incertidumbre desconcertaba a mis vocecitas. Tuve que aprender a enfrentar el
riesgo, a encarar mis temores, a abrirme paso en la complejidad y a juntar
todos los elementos adecuados para que las cosas funcionaran.
La lucha verdadera estaba dentro de mi cabeza. Descubrí que mientras más
me distanciaba de los condicionamientos de mi pasado, todo se volvía más
sencillo.
Se dice que somos el reflejo de las seis personas con quienes más
convivimos. Si analizas tu vida, te darás cuenta de que muchos de tus
pensamientos son reflejos de los de estas personas, en especial, si convives
con ellas y las respetas.
Así pues ¿de quién es la vocecita? Una parte es tuya. Otra es de tu mama, tu papa, tus maestros, tú
sabes de quienes. Pero en última instancia, es tuya y de la manera en que te
han influido los demás. Esta influencia no siempre es negativa. Yo tuve muchos
maestros que me enseñaron entereza, liderazgo y tenacidad.
Mi padre me enseñó
rectitud y valores. Mi mama me enseño amor. Mi abuelo me enseñó negociación y
creación de empresas. Pero, para explotar todo mi potencial, tuve
que adoptar solo aquellos que me hicieran avanzar y desechar los que me
retuvieron.
Recibimos la influencia de las demás personas y de nuestras
experiencias, pero la manera en que respondemos a estas experiencias depende de
cada uno.
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